Nos últimos tempos tem-nos visitado uma sinistra figura chamada Crise.
Já é quase um costume falar dela.
Não sei se é por isso que, ao mesmo tempo, assistimos a uma crise de
valores, a um desprezo pelos princípios mais básicos da dignidade humana.
Confesso que, mais que a crise, me assusta isto: a perda de valores que
deveriam orientar a nossa conduta.
Mas mais me assusta e desilude quando a evidenciam pessoas mais velhas
que deveriam ter esses princípios mais arreigados.
Princípios que deveriam ser
a bandeira da sua existência e motivo de orgulho para filhos e netos.
Por culpa desta maldita crise vende-se o ouro e a prata que enchia os
guarda-jóias. É admissível que o façam!
Mas o que já não me parece razoável é que se venda até a própria
consciência.
A isso sim, chama-se "vender a alma ao diabo…"
A crise não pode justificar "tudo".
Não pode justificar a falta de respeito pelos demais.
Não pode justificar a forma como se atropelam os sentimentos alheios como
se de algo insignificante se tratasse.
Não sei quanto tempo tardaremos a superar esta crise económica.
Mas, certamente e se continuarmos assim, demoraremos ainda mais em
recuperar-nos da crise que nada tem a ver com o valor do euro.
Oxalá a minha consciência se mantenha imune à sedução de valores menos
nobres, porque, aí sim, não poderia conciliar o sono.
Sim, porque é com ela – a minha consciência – que me deito todas as
noites e me desperto cada manhã.
É meu dever protegê-la das consequências de qualquer crise.
E isso… nenhuma crise poderá roubar-me!
La peor de las crisis…
En los últimos tiempos nos ha visitado una siniestra figura llamada
Crisis.
Ya es casi costumbre hablar de ella.
No sé si es por eso que, a la vez, asistimos a una crisis de valores,
a un desprecio por los principios más básicos de la dignidad humana.
Confieso que, más que la crisis, me asusta esto: la pérdida de valores
que deberían orientar nuestra conducta.
Pero más me asusta y desilusiona cuando la evidencian personas mayores
que deberían tener esos principios más arraigados.
Principios que deberían ser
la bandera de su existencia y motivo de orgullo para hijos y nietos.
Por culpa de esta maldita crisis se venden el oro y la plata que
llenaba los guardajoyas. ¡Es admisible que lo hagan!
Pero lo que no me parece ya razonable es que se venda hasta la propia
conciencia.
A eso sí, se llama "vender el alma al diablo…"
La crisis no lo puede justificar "todo".
No puede justificar la falta de respeto por los demás.
No puede justificar la forma en cómo se atropellan los sentimientos
ajenos cómo si de algo insignificante se tratara.
No sé cuánto tiempo tardaremos en superar esta crisis económica.
Pero, seguramente y si continuamos así, demoraremos más aún en
recuperarnos de la crisis que nada tiene que ver con el valor del euro.
Ojalá mi conciencia se mantenga inmune a la seducción de valores menos
nobles, porque, ahí sí, no podría conciliar el sueño.
Sí, porque es con ella - mi conciencia - que me acuesto todas
las noches y me despierto cada mañana.
Es mi deber cuidarla de las consecuencias de toda crisis.
Y eso… ninguna crisis podrá quitármelo.
MAR
03.08.2012